jueves, 2 de junio de 2011

Mi confrontación con la docencia
Soy licenciado en Economía, y siempre decia que, cuando termine la licenciatura, no sabia lo que pudiera hacer,  pero, si de algo “estaba muy seguro, era de que lo que no deseaba ser, y era maestro”, me incorpore al Colegio de Bachilleres en 1977 como prefecto cuando cursaba el décimo semestre de la licenciatura, y de ahí surgió el contacto con la docencia, y la inquietud de impartir clases, inicialmente por la necesidad de mayores ingresos, al semestre siguiente de ingresar, me asignaron dos grupos y al estar por vez primera frente a los alumnos, no sabía qué hacer, como iniciar, como prepara una clase, un desastre, como pude, salí adelante ese semestre, en los siguientes me asignaron grupos de primer semestre y fue un poco más fácil adaptarme, ya que eran muy jóvenes y eso me ayudó mucho.
Ahora 34 años después, puedo afirmar que: Ser maestro es apasionante, al enseñar aprendo, tanto así que cuando me dedique totalmente a ello, logre titularme, 30 años después de terminar la escuela, cierta vez uno de mis hijos me preguntó ¿Qué por qué era maestro?. Si mal no recuerdo,  quien primero me hizo esa pregunta fue Sandra mi hija mayor. Después mi madre volvió a hacerme la misma pregunta.  Y así, una por una, varias personas se turnaron tratando de encontrar una explicación razonable al hecho de que alguien que había pregonado que no lo haría nunca, se dedique por completo a la docencia.
Y ahora como parte de la especialidad,  estoy yo mismo,  reflexionando,  por qué soy profesor.
En honor a la verdad no he encontrado una respuesta que pueda decirse es la correcta,  pero la reflexión me ha permitido encontrar respuestas sueltas que, unidas,  no me responden pero me hacen concluir que soy feliz siendo maestro. He aquí algunas de esas respuestas.
Son respuestas propias y para ese profesor que creo vive en mi interior.
Soy profesor: porque se me ha concedido el privilegio de construir mundos posibles y soñar con imposibles.
Porque comparto el cambio y a veces también hago que el cambio ocurra.
Porque cada día aprendo el doble de lo que enseño.
Por qué es la única forma que existe de ganarlo todo sin perder nada.
Porque me siento como artesano tomando en mis manos mentes  que al pasar por mis clases se convertirán en elementos de la artesanía social.
Porque tengo la oportunidad de compartir con seres humanos de verdad, con personas de carne y hueso. Con gente que se equivoca, que tropieza, cae y se pone de pie sin rendirse ni maldecir.
Porque me pagan mientras me divierto enseñando y aprendiendo.
Aun más al ser  maestro, creo sentir la misma sensación de Carlos Slim,  cuando hace un buen negocio, al llegar alguno de mis alumnos a estrecharme la mano y decirme gracias profe.
Porque algunos mis alumnos, me otorgan el privilegio de contarme sus confidencias, de expresarme sus desalientos y manifestarme sus ilusiones, no saben lo orgulloso que me siento cuando me dicen que ya tienen su lugar en la escuela superior.
Porque es una actividad desafiante, que es, al mismo tiempo muy fácil y también bastante difícil. Es ingrata y a veces injusta mi profesión. Pero tiene algo especial, por encima de las injusticias y de las ingratitudes, agradezco ser docente.
Pero hay algo más: desde que soy profesor de tiempo completo,  no trabajo. Me han comentado los que conocen el trabajo que este es muy duro y desagradable. Yo mismo lo pude comprobar cuando trabajaba como vendedor en la industria privada, es decir cuando aún no tenía la fortuna  de ser maestro de tiempo completo, y créanme no hay comparación, mucho tiempo crei que ganar dinero era la máxima satisfacción, estaba equivocado.
Pero en cambio ahora... ahora la dureza del trabajo no la siento. Porque, ¿cómo voy a llamarle trabajo a mi distracción favorita? Soy profesor porque me fascina el instante en que descubro unos ojos atentos, una mente abierta un rostro optimista, una postura de entusiasmo: con ellos marcho por la senda del acuerdo y de los éxitos compartidos.
Y también soy profesor porque me agrada ver el ceño arrugado del estudiante incrédulo, los ojos entrecerrados del que duda, la pregunta ingenua del confundido, la afirmación retadora del joven crítico... esos gestos, esas acciones y sus dueños, me avisan que sigo siendo humano y que puedo equivocarme.
Ahora vivo mi vida intensamente siendo profesor y, pensándolo bien, no creo que haya una forma de vivir más intensamente la vida y lo digo de corazón, desde lo mas profundo de mi ser y con mucha seguridad, ya que tuve muchas experiencias laborales, pero la de ser docente es muy especial, tanto que cuando les comente a algunos compañeros que me iba a titular, por respeto y ejemplo, a mi actividad y a mis alumnos, me respondieron mejor ya jubílate.
Puede que sea algo exagerado para ustedes, pero si algo me define como docente es el miedo a ser pedante. Ni pedagógica ni intelectualmente. La pedantería es, a mi juicio, la principal causa de nuestra ineficacia pedagógica. Ser pedante nos aleja de esa idea orientadora según la cual “enseñar es siempre enseñar al que no sabe”; con la pedantería logramos exaltar nuestros conocimientos por encima de la necesidad de comunicarlos, y relegamos  nuestra labor de estimulación cordial de los neófitos en la materia.
Comparo al profesor pedante con el mal oftalmólogo: no le aguza el sentido de la vista a persona alguna, pero casi siempre logra encandilar a algunos incautos. Trato de estar vacunado de la enfermedad de la pedantería suscitando el deseo de mis estudiantes por aprender autónomamente.
Quisiera complementar las ideas sobre lo que considero fundamental: responder a la pregunta de por qué soy y cuál considero es mi misión como docente. Mi propósito es hacerles creer que actuando eficazmente como tal, esta actividad puede funcionar como palanca transformadora de nuestra sociedad.
Soy docente porque creo en la perfectibilidad del ser humano, en su capacidad de aprender y en su deseo de saber. Porque deploro, como lo hago frontalmente, la ignorancia ajena. Razón le asiste a la escritora sueca Derek Bok cuando afirma que “si usted cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia”.
Soy docente porque creo también firmemente que si algo, en la sociedad actual, puede hacer la equidad de género es el conocimiento. Entiendo entonces mi papel de educador como el detonante capaz de provocar el fuego en los estudiantes; se trata, ni más ni menos, de mostrarles cosas que pueden ser sabidas y que valen la pena aprenderse porque son capaces de mejorarnos los unos a los otros.
Como docente de la asignatura de Estructura Socioeconómica de México he podido corroborar la importancia que la educación tiene en la posibilidad de las personas pobres de superar esa terrible condición; por una parte, como resultado de su capacidad de trabajo mejorada a través del estudio y la capacitación, y por la otra parte, por el poder que la transmisión intergeneracional de capital humano –educación principalmente- tiene en el futuro de nuestra sociedad.
Veo mi labor de docente en el Colegio de Bachilleres en ese contexto problemático, al cual hay que sobreponerse con optimismo, hay que  reconocerlo nos pone a prueba otra vez, y que hay mucho que corregir, es verdad. El primer régimen mexicano, el oaxaqueño, logró grandes avances en los menos de 50 años que duró. Su sucesor, el régimen de la Revolución, construido después del paréntesis sonorense, fue una mala idea que al derrumbarse nos llegó a poner en riesgo como nación. También a eso sobrevivimos. Tal contexto lo enfrentaremos en los siguientes cinco años, y estoy convencido de que la libraremos, y la educación es el principal aliado
Por eso, mi trabajo cotidiano, cuando estoy en mi plantel 13 mientras preparo las clases,  lo mueve un sentimiento: ser pedagógicamente estimulante, para que sea el estudiante quien construya su propio conocimiento. Esto me ha llevado a empezar no sólo por entender mejor lo que sé, sino por comprender también que, mis discentes, no lo saben, y por estimularlos a desarrollar competencias, llámense genéricas, disciplinares y profesionales, que le faciliten un proceso personal e intransferible de construcción de conocimiento.
Como dije, para mí enseñar es siempre enseñar al que no sabe.
En este marco, no sabría explicarles bien en estas líneas qué es la “dualidad cognitiva” como elemento conceptual que aborda el proceso de enseñanza-aprendizaje. No sé esa ni otras definiciones, sin duda importantes pero que en sí mismas suelen ser paralizantes en la práctica docente: Tengo, sin embargo, convicciones muy elementales: la pedagogía, la real, la que se desarrolla en el salón, pero también en el pasillo y en el patio, tiene mucho más de arte que de ciencia. Ir entendiendo esta noción del límite me ha permitido seguir consejos y técnicas que he aprendido en los diversos espacios de aprendizaje como docente, cursos institucionales, pero nunca adquirir más dominio que el que derivo del ejercicio cotidiano, de la alertada intuición en esos mismos espacios. Me preocupa mucho cómo aprenden los estudiantes, por lo que he dedicado parte de mis esfuerzos por averiguar cuáles son los determinantes económicos y sociales, sólo algunos, que explican el desempeño académico de los estudiantes mi plantel.
Pienso que la tarea de educar, y esto se relaciona con la misión como docente, aunque tenga límites y cumpla sólo con una parte de sus mejores propósitos, no puede llevarnos a volverla una rutina trivial, ni mucho menos dejar de entenderla como el espacio de debate sobre sus orientaciones más relevantes. No importa que estudiantes o profesores no lo logremos, ya sea porque no importe o por que el proceso haya ido más lento, siempre creo que debe haber el deseo de hacerlo mejor.
Entiendo la docencia como un proceso de preparación de competidores aptos, pero más que eso, de formación de seres humanos competentes que conozcan los mejores oficios de la solidaridad.
Nuestros esfuerzos deben orientarse a potenciar la autonomía creativa, pero también a estimular el tipo de trabajo en grupo que muestre los verdaderos frutos de la cohesión social; debemos procurar estimular eso que llaman espíritu innovador e igualmente afianzar eso que llaman también la identidad cultural.
Aquí quiero poner de relieve un aspecto que aplico en mis clases, y que me ha ayudado a no caer en la pedantería que mencionaba al principio: nunca empiezo con los fundamentos teóricos de la materia en cuestión sin antes haber planteado las inquietudes y sondeos que han llevado a desarrollar esa misma teoría.
Esto ha sido particularmente útil en las asignaturas que imparto, donde usualmente me enfrento a la dificultad que los jóvenes tienen para entender por qué, por ejemplo, las desigualdades suelen ser a largo plazo peores que las crisis económicas para explicar la persistencia de la pobreza. Por su escasa experiencia y por ciertas intuiciones comunes a las personas sin educación media superior, a los estudiantes les es más fácil entender que la carencia de oportunidades y de un buen trabajo puede llevarlos a tener menores ingresos y con ello caer en la pobreza. Sin embargo, cuando les hablo del paréntesis que estamos viviendo  en los últimos años, viendo que aquello que dice el texto es algo real, lo asumen con mayor interés.
En cierto sentido, mi trabajo como docente es, utilizando una palabra ampulosa de estos tiempos, desestructurar lo establecido hoy por los especialistas, indicando los sucesos, usando la historia, las noticias, y las necesidades prácticas que condujeron a esos planteamientos teóricos actuales.
Por último, parte de mi misión como docente es la de trabajar en pro de la equidad, más que por la eficiencia. Eso quiere decir que me interesa “llevar” a los rezagados,  los de menos competencias en un momento inicial, a los niveles mínimos de conocimiento. En este sentido, como docentes nos enfrentamos usualmente a un gran ‘agujero negro’ en nuestra tarea de educar, que es la de conocer cuál es el alcance práctico de lo que enseño a mis estudiantes. Entiendo perfectamente, en mi caso, que hay quienes no ‘usarán’ la macroeconomía en su vida cotidiana, o quienes nunca aplicarán el modelo de crecimiento económico de Solow en su cotidianidad laboral. Los estudiantes no podrán olvidar, sin embargo, algo esencial que intento en mis asignaturas: proveer un panorama general que propongo invariablemente como enlace al conocimiento, y un método de trabajo, rigor, eficacia en el análisis y en la escritura, que pueda ser provechosamente extendido para el resto de sus vidas, aprender a aprender. En cierto sentido, entiendo mi labor docente no sólo para enseñar lo que el estudiante sabe, sino también para contribuir a que éste pueda conseguir más por el mismo.
En resumidas cuentas, quiero decirle al mundo que soy profesor,  porque me siento útil y ademas: constructor de paz, sembrador de sueños, forjador del progreso, visionario de mundos nuevos y mejores. Es por eso que, agradezco ser maestro, regalo de dioses y un enorme compromiso.

viernes, 27 de mayo de 2011

Los saberers de mis alumnos

Para cualquier aplicación educativa las Tecnologias de Informacion y Comunicacion son medios y no fines, son nherramientas que facilitan el aprendizaje, el desarrollo de habilidades y ofertan nuevas formas de aprender, estilos y ritmos de los alumnos.
Es por ello que me parece muy pertinente conocer los saberes de mis alunos en cuanto a dichas tecnologias, pensando en como optimizar su uso pra lograr mejores resultados que nos ayuden a actuar y sugerir cambios que promuevan y faciliten el aprendizaje, Ya hemos visto el potencial de la web en los movimientos sociales en Africa, tanto que las potencias estan temerosas y hablando ya,  de como limitar dicho potencial.
Mis alumnos consideran que el uso de la tecnologia es importante en su formacion academica y ubicaron la informatica como fundamental par su futuro escolar, laboral y personal. Es decir, estan concientes de la influencia positiva de la tecnologia en sus vidas, En la actualidad hay una tendencia en el proceso educativo para usar la tecnologia indiscriminadamente, por lo ques fundamental que los docentes aprendamos a usarla para poder tranmitir dicho conocimiento a los alumnos.
Mas de la mitad de mis alumno, no sabe programar, pero consideran que no es una habilidad escencial para su desarrollo. Aunque a pregunta expresa fueron muy pocos lo que respondieron que no les interesaba aprender programación.
El programa mas utilizado es word y menos de la mitad emplen power point, excel o algun otro
lo que es entendible, ya que la mayoria de las tareas que les solicitamos las elaboran con un procesador de textos. Por lo que es imperativo que aprendamos, primero nosotros, nuevos programas como flash, sql, para poder enseñarselos a ellos y apoyar el trabajo academico.